Sorpresa Matinal (R) - El Chaval

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El Chaval

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SORPRESA MATINAL

Son las cuatro de la madrugada cuando Roberto abre la puerta de su casa, para dirigirse al lugar de trabajo después del fin de semana pasada con su familia, al pequeño obrador del que es propietario, y revisar las órdenes de trabajo del día.

El frío intenso de aquella hora, impropia del mes de octubre que está resultando bastante duro, le hace ajustarse la bufanda y calarse la capucha con las orejeras. Anda con la cabeza baja para protegerse del fuerte viento procedente del polígono industrial.

Al poco de salir de casa distingue a un hombre en la acera de enfrente, apoyado en la pared al abrigo de un toldo, con las manos en los bolsillos del anorak tipo arctic; queda un poco intrigado y sus pasos se vuelven indecisos por un momento, porque a esa hora suele ser el primero en abrir el negocio y no se cruza con nadie. Levanta la persiana, enciende las luces generales y pone a punto la temperatura del horno.

Tiene como trabajadores a dos mujeres y un hombre, sin labor específica, pero profesionales, cada uno sabe hacer lo del otro quedando para él las fórmulas, los productos de compra y el toque final en la repostería como los detalles del decorado en nata, chocolate o algún otro ingrediente que de vistosidad al producto. Se saludan entre ellos con un cordial buenos días y ya dispuestos con el obligado uniforme, revisan las órdenes dando preferencia a las de mayor tiempo en el proceso para poner las máquinas en movimiento.

Este obrador está especializado en productos exclusivos para celíacos y alérgicos al polvo de trigo, por lo cual su control es de máxima rigurosidad; Fermín, especialista en las mezcladoras también se cuida del horneado. Tiene cuarenta años, es alto y agraciado de cara, pero no puede evitar que el cabello vaya desapareciendo. Esto le tiene un poco disgustado, pero niega que se vaya quedando calvo; es la frente que se le está yendo hacia atrás.

Sus compañeras observan que a pesar de su buen talante y caballerosidad hace una semana que no se explaya con ellas, que tiene pocas ganas de hablar y con cara de expresión taciturna.

En un intervalo de trabajo, Roberto hace el comentario que le resulta curioso comprobar, cómo se está desarrollando una clientela consumidora de productos sin gluten; que desde luego favorecen al negocio, pero es escéptico del resultado en personas que no tengan necesidad de este tipo de alimentación. Todo sea por la moda.

Como estaba previsto, a las diez de la mañana viene a verle su amigo acompañado de la mujer y el bebé, que tan solo tiene ocho meses y que les hace muy felices a los dos. Roberto el fin de semana había cogido en su huerto de la montaña gran cantidad de caracoles y le prometió a su amigo entregarle una buena bolsa.

—Venid, les dice a sus amigos; vamos a tomar un café al bar del polígono. Es una monada, está decorado como una biblioteca, incluso puedes ojear algún libro mientras tomas algo. Tres amigas entusiastas por la escritura lo regentan, y se reúnen los sábados por la tarde para comentar con otras personas deseosas de saber más sobre su afición. Ya veis el nombre que le han puesto, Café Literautas.

Al mismo tiempo que esto ocurre, llaman a la puerta del obrador y atiende Encarna, encontrándose con un hombre vestido con anorak como si fuera a pasar el polo, pero guapo que casi se le para el pulso, cuando pregunta por Fermín. Sin dejar de mirarle a la cara, da un grito llamando a su compañero, que al instante aparece alarmado por tanta fuerza de voz que da un traspiés que le lanza a los brazos del visitante. Cuando se recupera le falta poco para tener un síncope de alegría al ver a su amado que pensó le había dejado por otro. Se funden en un abrazo lleno de carantoñas y besos ante la mirada atónita de Encarna que se va corriendo llamando a su compañera.
Seguro que los pasteles de Fermín a partir de ahora serán más dulces.

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