Verso Suelto
Para comentar este texto usa una cuenta de Gmail, o el servicio anónimo o Nombre/URL. Si utilizas estas opciones, no olvides indicar tu seudónimo o tu nombre con el que has publicado, para que puedan visitar tu relato.
***
En Semana Santa, mi madre hacía torrijas y por San Isidro iba temprano a la tahona a por las rosquillas “del santo” recién horneadas. Yo he salido a ella y desde niña he seguido las tradiciones, sobre todo las de Navidad; me encanta el Belén y los villancicos y oír cantar la pedrea a los niños de San Ildefonso…y el ambiente mágico que lo rodea todo, donde puede pasar cualquier cosa, como la que me ocurrió a mí cuando ayudé a Matías, el panadero, a hacer los roscones. Tenía yo doce años.
Solo se aprende a hacer un buen roscón haciéndolo, y mejor aún si es con alguien que lo haya hecho antes. A mí me enseñó Matías, igual que a mi madre que, desde que mi padre se fue de casa poco antes de nacer yo, le ayudaba en el obrador cuando había mucha faena. Con lo que le daba Matías y lo que sacaba en casa del alcalde vivíamos las dos.
Esos días había muchos forasteros en el pueblo; los que habían emigrado a la ciudad volvían a pasar las navidades cargados de parientes. Había que hacer el doble de pan, además de los roscones. Matías no daba abasto.
Aquel año mamá cogió unas fiebres y Matías, mirándome de arriba abajo, me dijo:
― ¿Cuántos años tienes niña?
Todos me decían que estaba muy crecida y a mi me gustaba dármelas de mayor, así que respondí:
― Quince.
― Pues ya estás muy moza ―remató él―, este año me ayudarás tú con los roscones.
Me puse tan contenta; siempre he sido muy golosa. Así que la víspera de Reyes me quedé sola en la panadería vendiendo las hogazas, mientras Matías bajaba a la capital a comprar frutas escarchadas y las sorpresas, unas pequeñas figuritas que se meten en la barriga del roscón. Por la tarde nos pusimos a la tarea.
En la trastienda, junto al horno, había dos grandes mesas; en una se trabajaba la masa y en la otra se iban dejando las piezas cuando estaban listas para hornear. Primero hicimos una masa que se llama de arranque porque en ella está el embrión de todo lo que viene después. Es una mezcla de leche con una harina especial, que se amasa y se amasa...Mientras la hacíamos, Matías, que es muy zumbón, me untaba la nariz o me daba a chupar el dedo preguntándome si estaba lista.
Después, todo es cuestión de tiempo, la masa se deja reposar y poco a poco se va calentando con un fuego que le sale de dentro, y la fuerza de la harina se impone. Yo, al principio me resistía a las caricias de Matías, pero entre las risas y las cosquillas me iba dejando hacer, mientras la levadura y el calor cumplían su cometido. De repente, igual que una ráfaga de viento que viene de improviso y cuando te das cuenta ya se ha ido, Matías me levantó en volandas y me tumbó sobre la mesa que estaba libre. Hicimos el amor y al acabar, como un milagro, la masa había fermentado.
Esa primera masa es un poco sosa; para que el roscón tenga buena textura y buen sabor hay que añadir otros ingredientes: el dulce del azúcar, el aroma del azahar, la cremosidad de la mantequilla...
Mientras la masa volvía a reposar lo hicimos de nuevo revueltos en harina.
Los roscones salieron muy ricos con las guindas y la almendra fileteada por encima.
Al día siguiente, durante la merienda, me acordaba de lo bien que lo había pasado y no paraba de comer trozo tras trozo, como si cada bocado fuera una caricia de Matías. Comí tanto que se me revolvieron las tripas, nunca pensé que el roscón fuera tan indigesto.
Como pasaban los días y no me ponía buena, mamá me llevó donde la Braulia, una curandera que anduvo toqueteándome por allí abajo. Me dio unas hierbas y después de venirme la regla, se me pasó.
Desde entonces, siguiendo la tradición familiar, empecé a ayudar a Matías.
Me gusta la Navidad, pero a medida que pasan los años, entre los villancicos y la alegría se cuela el recuerdo de los que ya no están. A veces me amustio, me encierro en mi cuarto y saco de la mesilla de noche la sorpresa que me tocó en el roscón, una figurita de cristal, un bebé de caracol precioso y diminuto. Y me hincho a llorar.
***
Hola Verso Suelto, aquí te devuelvo tu amable visita.
ResponderEliminarTengo que reconocer que confiando en la información que aportabas en el título entre paréntesis se me ha cortado el cuerpo en mitad del relato.
El inicio, ya te hace bajar la guardia, pues es una estampa navideña muy real.
El hecho de que la niña mienta para dárselas de mayor diciendo que tiene 15 años en vez de 12, y esa inocencia que trasluce durante casi todo el relato incluso cuando la tienen que llevar a la curandera para que “sane” en contraste con las acciones de Matías y lo bien que ella dice que se lo ha pasado preparando los roscones. Es un cóctel agitador. Aunque la realidad no deja de ser la que es. Aunque llama la atención al ser contada la historia por la protagonista varios años después de que sucedan los hechos, no sé si siendo ya mayor de edad o aún no.
Me ha parecido muy interesante el enfoque que le has dado al tema como herramienta narrativa.
Me ha gustado el relato.
Saludos, nos leemos.
Buenas, Verso suelto.
ResponderEliminarSinceramente, no sé si me ha gustado el relato o no. Me parece que está muy bien escrito y en la forma solo puedo objetar que las rayas de diálogo de inicio van junto al texto.
Sobre la historia en sí, me resulta muy extraño que una niña cuenta esa experiencia de esa manera tan inocente. Bien es cierto que no tiene ni quince años, e igual no sabría ni lo que estaba pasando, pero... no sé, me resulta extraño y un tanto irreal. Aunque, por otro lado, el final me hace creer que en realidad no está tan bien como nos cuenta. Se engaña a sí misma, y nos intenta engañar a nosotros.
Confusa y con sentimientos encontrados me encuentro.
Nos leemos.
Un saludo.
Gracias, Irene, por tu amable comentario. El asunto de la edad de la niña creí haberlo resuelto en el último párrafo cuando dice (la niña ya mayor)
ResponderEliminar"Me gusta la Navidad, pero a medida que pasan los años, entre los villancicos y la alegría se cuela el recuerdo de los que ya no están".
Pero esta claro que no lo he conseguido. Le daré otra pasada.
Gracias otra vez.
Igual es que estoy muy espesa, pero sigo sin verlo... Es posible que otros compañeros entiendan el mensaje que a mí se me escapa.
EliminarUn saludo.
Hola, Verso suelto, creo.que es la prinmera vez que te leo.
ResponderEliminarMe engañaste dos veces, primero pensé que leería algo tierno y luego el giro con Matías me hizo creer en algo más macabro, pero al final parece otra cosa.
En lo formal lo veo muy bien escrito y narrado, aunque en la trama me escama que la niňa ya crecida cuente la historia de la pérdida de su ignorancia e infancia de ese modo, no sé, pero también es mi manera de ver las cosas, aunque ahí está Lolita, ¿no?
Buena escritura.
Un saludo.
Verso suelto, un relato muy dulce que se trunca con la vid; pero tu lo escribes y los demás, tenemos la opción de leerlo o no. salu2 y dulces fiestas
ResponderEliminarOtra vez se me ha perdido el comentario, cagüentó. Pero no quiero que mi visita quede impune. salu2 y dulces fiestas
ResponderEliminarVerso suelto, creo que te ha faltado algo ,pues para una niña de 12 años su primera experiencia sexual y lo cuente tal cual, aunque a los años llore cuando lo recuerde no creo que debió ser tan malo y encima repitió ,no se no lo pillo.
ResponderEliminarFelices fiestas y prospero año. José María
Gracias a todos por los comentarios. De todas las reacciones se aprende. Un saludo.
ResponderEliminarVerso suelto
Hola Verso suelto. Pues no tengo mucho que añadir después de lo que han dicho los compañeros. Estoy con ellos que la experiencia de la niña con Matías, no es muy real, porque todos sabemos que esa experiencia primera marca y más si es con un hombre mayor, por mucho dulce que haya por medio. Tal vez si la forma de narrarla parte de una niñita con algún síndrome y ojo, con esto mi cariño hacia esas criaturas. Es una forma de ver el abuso de otra forma desde el pensamiento de esta mujer que ya es mayor por lo que presiento y lo cuenta desde la inocencia que no ha perdido. Un abrazo
ResponderEliminarVerso suelto, veo una buena descripción de la iniciación en el sexo; narración desprevenida, sin malicia, mostrando cada hecho en su justa dimensión. Está claro que no lo cuenta la niña, sino la mujer mayor, años después.
ResponderEliminarBien armado el relato, en buen lenguaje; no le encuentro errores que otros quizá sí le vean.
Y yo sí veo claro el mensaje: reminiscencia de unos días muy importantes en el desarrollo personal. Por cierto, nos pone a recordar nuestros primeros “experimentos”.
¡Feliz Navidad!
Hola Verso suelto, a mi me ha costado más leer entre líneas lo que otros compañeros parece les ha resultado fácil de identificar. Tal vez hoy no tengo la mente muy despierta (entre las fiestas y el trabajo voy perdido), aún así me ha gustado, es un texto delicado con partes de melancolía en el que no detecto un rencor hacía el pasado o un dolor profundo, salvo en esas lágrimas finales que pueden indicar muchas cosas (a discreción del lector).
ResponderEliminarUn buen ejercicio de escritura que demuestra interés por mejorar en este difícil arte. Un saludo y felices fiestas. Soy Leosinprisa
Hola, Verso Suelto:
ResponderEliminarGracias por tu visita y tu comentario.
Yo prefiero interpretar tu relato como si la narradora intentase convencernos de algo. De que está bien, que no pasa nada. Su intención inicial no es más que contarnos las tradiciones de su madre que pasaron a ser las suyas, pero no puede evitar caer en el episodio que nos cuenta.
Gracias por compartir tu trabajo.
Saludos,
Mario