CELEBRACIÓN DE NAVIDAD - Jeremías



Jeremías

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En singulares oleadas pocos presos van llegando desde las barracas y en silencio ocupan los largos bancos de madera que ellos mismos han construido y lustrado.
El Obispo, los sacerdotes y los integrantes de la pastoral, de pie junto al bebé en pañales, los reciben con la simpatía de siempre.
Ahí está el nuevo. Donald, el que ha comenzado a purgar una pena que supone será de siete años. En silencio continúa descargando su dolor en una especie de confesión, de la cual aún no puede salir. Mató a un hombre que a su vez había asesinado a su hermano, delante de los hijos. Actuó en venganza y también mató. Las imágenes se repiten una y otra vez en su mente. Era su obligación proceder así. Era su deber. Se lo enseñaron desde niño.
Miro a Omán, a quien compré un tapiz que tejió en lana con figuras de caracoles rojos. Muy artístico. El tiempo de los presos da para mucho. Pagué por él dos quilos de yerba Canarias, cuatro paquetes de tabaco de armar Cerrito y cuatro paquetes de hojillas. Llevaba años. Ahí mismo se bautizó. Vive en un recodo del arroyo Pando y sé que no debo visitarlo.
También veo a Denzel quien un día de invierno concurrió de ojotas. No llegó a tiempo para los pocos pares de medias gruesas que distribuimos. Me comprometí a llevarle zapatos adecuados. Calza 42, igual que yo. En algún lado tenía botas nuevas, las había comprado al final de la temporada pasada. Esos días, pasé más frío yo, pensando en que no se las había llevado, que él mismo. Cuando, a la visita siguiente contento atravesé la guardia el hombre ya no estaba. Los reclusos de su barraca habían sido trasladados debido a una trifulca. Colchones quemados, cortes (perfiles de hierro de hasta un metro de largo), bloques partidos, trozos de techo, todo sirve como arma. Terminó con un chico muerto.
Ahí está el que solicitó traslado desde la cárcel de Tacuarembó para poder estar con su hermano. “Claro robo carteras. ¿Trabajando en qué voy a ganar lo que gano así? Desde pequeño vi a mi padre y a mi tío llegar con cajas llenas de joyas. Espero que mi hijo vea distinto. Con su madre también presa…”. Todavía hoy me sorprende su cultura y su optimismo. No pude despedirme cuando salió.
Hoy William firmó la sentencia, le dieron 7 años y medio, esperaba 8. Lleva casi tres años. No quiere calcular cuántos le quedan, no se anima a pronunciar el número. Está muy deprimido. Está sentado justo al lado de Diego que se va en un mes.
William ha llegado del juzgado y dice: —cuando salgo, no me da la vista para mirar todo —su cara se tensa y revolea los ojos imitando ese momento.
Durante el periodo de espera se nos acercó un recluso: Dylan. Nos dejó su número de teléfono. Mañana sale en libertad luego de dieciocho años y algunos meses. Hacía días que disfrutaba de salidas transitorias. El hombre despeinado por el viento, pintaba el frente del edificio penitenciario. En la cárcel aprendió a hacer trabajos de albañilería, trabaja ahí por un salario muy mínimo. Es de Sauce, tiene donde vivir: la casa que fuera de su madre. La está arreglando. Necesita trabajo. No quiere volver a delinquir. Es una situación complicada por sus antecedentes, como lo es para todos los que salen. Ya tiene 51 años de edad. Es una persona reposada. Hasta hoy, la cárcel ha sido su hogar.
—Hoy muy temprano salió Rodrigo —nos comenta el operador carcelario— no tenía dinero para pagar el ómnibus. Se fue caminando.
Tenemos que adelantar la salida. Uno de ellos ha subido al punto más alto de la escalera que lleva a los tanques de agua. Ahí permanece, lo vemos. El patio ha quedado vacío. Mirta le saluda con la mano y le dice, como es su costumbre, “Dios te ama”. Nos quedamos viendo, de alguna forma apoyándole para que baje. Un guardia de particular le habla. Desciende un tramo. A mitad de camino para y pone su mano en forma de arma. Y le dice algo: si cuando baje no cumple lo que ha prometido lo matará, a él o a alguno de los otros.
El agente nos dice: no saben la cantidad de situaciones dramáticas, similares a esta que presenciamos, “las cosas que vemos aquí”.
Como quisiera estar presente en la celebración de Navidad, pero esta terca enfermedad no me lo permite hoy.
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7 comentarios:

  1. Hola Jeremías:
    en la primera lectura, la última oración me descolocó. Sin embargo después creí entender que es, junto con el título, la que da sentido a todo el relato. Esta es su familia, su reunión y su celebración. Me ha gustado mucho. y me ha conmovido.
    Un abrazo

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  2. Hola, Jeremías.
    Me ha tocado leer tu texto y la verdad, es muy interesante. Al principio me pareció que el narrador era un guardia, pero luego entendí que no, que probablemente es alguien que visita a los presos, tal vez como labor social, y que pertenece a un grupo que así lo hace, ya que lo indica ese "nos" que aparece de tanto en tanto. Es curioso que tu personaje nos hable solamente de los demás (los presos y los guardias) y no diga nada de sí mismo, excepto que está enfermo y que visita la prisión con regularidad. El que suela pasar la Navidad allí y que deplore no poder hacerlo en esta ocasión, me lleva a pensar, como a Juana, en que probablemente no tenga más familia que esa.

    Un saludo y que pases felices fiestas,
    Hilda
    (El mío está en el número 38 y participo en el taller como Hilda G.M.)

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  3. Jeremías, con tu relato doy fin a mi periplo lector de todos los que hemos tenido a bien participar. Cada uno saca de dentro lo que lleva y los demás no somos quienes para juzgar. salu2 y Felis Nabidá.

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  4. Hola Jeremías. Un relato extraordinario en su trama, denso, que hay que leer con mucha atención para no perder detalles, desde luego vale la pena hacerlo.
    No sé de quién es la voz que narra, no solo testigo directo de las situaciones, sino parte activa. Puede ser un sacerdote, (lo más probable), un juez, un operario de la prisión, un funcionario… pero ¿sabes? no importa, es lo de menos.
    Nos lleva esa voz y esos ojos a las diversas historias de los reos, muy bien estructuradas, y resulta cercana y creíble, por todos se preocupa y hasta deja sus zapatos. Ayuda y se lamentar por no poder hacerlo en Navidad por su enfermedad. Se le siente implicado.

    - Sobre el Obispo con mayúscula, si el papa es con minúscula también lo son sus subordinados: obispo, arzobispo, cardenal, y por supuesto, sacerdotes.
    - ¿Yerba canaria?, como soy canaria nunca había oído hablar de esas yerbas, así que estuve curioseando y resulta que es mate.
    Un gran trabajo el que nos has ofrecido, Jeremías, con categoría de excelencia. Te felicito compañero.

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  5. Muy bueno el relato. Hola Jeremías. Muy potente esta historia. Sea quién sea ese observador que narra (voluntario, sacerdote, preso) describe una realidad de unos ocho reclusos que podrían ser de cualquier cárcel. Con sus reafirmaciones, sus delitos, sus necesidades... me quedo con sus ojos que no le dan para ver todo cuando salen. La frase inicial ya es un preámbulo de la historia que se va a contar. Un abrazo y feliz año nuevo.

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  6. Hola Jeremías por fin llego a leer todos los relatos .He tenido que leer tu relato dos veces ,si no me equivoco el narrador esta en la cárcel ,donde esta parte de la familia ,pero no logro encajar el final ,"esta terca enfermedad no me lo permite hoy". Felices fiestas y prospero año. José María

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  7. Hola Jeremías, soy Gina D'Algo y paso a visitarte por tu proximidad a mi relato.

    Es una historia impactante por la crudeza de algunas vivencias, pero me ha gustado mucho tu forma de contarla.

    Me ha dado la impresión de que el narrador es uno de los voluntarios que visitan a los reclusos, en este caso durante la Navidad (por cierto, un tema muy apropiado para estas fechas, ;-))

    No entendía lo que significaba “concurrió de ojotas”. Pero buscando los lugares que nombras (Tacuarembó y Sauce) he averiguado que pertenecen a Uruguay; e investigando un poco más he concluido que ojotas debe ser una palabra propia de allí y creo que se usa para nombrar un tipo de calzado parecido a las hawaianas brasileñas (o las chanclas en España)

    En cuanto a lo formal comentarte solo un par de cositas:
    - Me ha dado la impresión de que te has olvidado un par de comas. Concretamente la segunda en esta frase: “Cuando, a la visita siguiente contento atravesé la guardia, el hombre ya no estaba.”, y en esta otra: “Claro, robo carteras”
    - Y en los diálogos creo que se deben empezar las frases en otro renglón y con mayúsculas. Sería: “…dice:
    —Cuando salgo, no me da la vista para mirar todo…”

    ¡Muy buen trabajo Jeremías!

    Te deseo una Feliz Navidad y un Estupendo Año Nuevo.

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