Osvaldo Vela
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Inocencio Vicente era el doble nombre de aquel personaje que en ese momento estacionaba su vehículo en un apartado cercano a la entrada de la súper-tienda S-Mart. Su identidad sin atractivo sonoro pues, la combinación de ambos apelativos no llamaba la atención, pero si contaba un origen. Inocencio por su abuelo y Vicente por su padre.
“Chente”, apodo que recibiera del sobrenombre de su progenitor, se bajó lento de su camioneta para ir a recoger una carretilla de víveres. El listado, que sostenía en sus manos, no era muy extenso: contenía solo artículos de último momento para un viaje largamente programado: refrescos, algunas frutas, rastrillos de rasurar, goma de mascar, pues la alimentación y el alojamiento correría a cargo de la asociación ganadera de Múzquiz, Coahuila.
Él, como turista a nuevas tierras, se sentía atraído por el hecho de cruzar el túnel de la Sierra de Santa Rosa, pasaje que conecta con el municipio de Ocampo en el mismo Estado y que lleva a la mina “La encantada”. La visita a esos lugares lejanos terminaría en el Rancho “Puerto del aire”.
La finalidad de la travesía era una subasta de ejemplares de la raza “Charolais” tanto del mismo rancho como de otros ganaderos avecinados. Su interés en esa raza le venía por su abuelo, pues el rancho que de él heredara en el Estado de Nuevo León, estaba dedicado a la crianza de esta ganadería. Los ejemplares originales de esta raza, llegaron al estado de Coahuila, importados desde Francia a principios del siglo veinte.
El divagar de su mente, por el compromiso en puerta, terminó al encaminarse al negocio asido del manubrio de su carriola.
Justo al entrar al supermercado se topó con Rubén, ganadero que residía en Nuevo Laredo y con quien él tenía una larga amistad. Se dieron un abrazo efusivo.
—Hola Rubén, cuéntame de tu padre, me entere de sus males ¿se encuentra bien?
—Si Chente, con las dolencias naturales de la edad, pero insiste en ir al rancho. Lo deje en la camioneta mientras surto la despensa de los vaqueros.
—Si te lo pide, no dejes de llevarlo contigo. Vaya ánimo el de tu padre. Me le llevas un abrazo por favor.
—De tu parte, yo se lo doy con mucho gusto. Gracias.
Ambos amigos continuaron con su labor de surtir sus propios encargos. Cuando Inocencio iba de regreso a la caja para pagar se encontró con una oferta. Una montaña de rollos de papel sanitario estaba justo frente a la caja. La tienda anunciaba que en la compra de cada cien pesos el cliente podía llevarse cuatro paquetes de cuatro rollos a mitad de precio. Ante una ganga imposible de rechazar, Chente hizo los cálculos mentales de lo que llevaba sus compras y calculó un poco más de cuatrocientos pesos. Fácil podía llevar diez y seis paquetes. Siendo un hombre mesurado decidió agregar tan solo doce. Ahora sí, la carretilla lucía repleta.
La línea para llegar a la caja y pagar tenía varios clientes por delante. En esta espera se le emparejo su amigo Rubén. Aquel personaje amigo vio con intención aquel carrito que rebasaba por mucho a los demás. En lugar de preguntar la razón de la abundancia de papel, Rubén muy serio le comentó:
—Mira Vicente, en esta vida siempre hay que cuidar muy bien las apariencias.
—Rubén, ¿a qué viene ese comentario que me haces?
—Pues mira, viendo lo repleto de tu carretilla, imagino que la gente puede deducir que en tu casa es más visitado el cuarto de baño que el comedor.
Ante la impertinencia de su amigo y ante lo que comunicaba, más, la sonrisa pícara de este, Chente solo se rio a carcajadas y respondió:
—Creo que tienes razón, déjame regresar el papel a su lugar.
El viaje se dio como programado. Al día siguiente muy temprano partió junto con otros ganaderos rumbo a tierras coahuilenses. Justo a la entrada del túnel, hicieron una parada de descanso. La entrada del pasaje era impresionante. Luego se encaminó a la hielera para recoger un refresco de dieta y unos bimbollos Bimbo. Bocados y bebida que también ofreció a sus compañeros. Sin aviso previo y sin poder borrar el recuerdo claro de lo sucedido el día anterior, soltó una carcajada. Los amigos extrañados le conminaron a que les contara la razón. Él, entre rizas y palabras poco entendibles les dijo.
—Es que ayer me topé con un asesino mata ofertas.
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Hola Osvaldo, de nuevo nos leemos en un lugar diferente. Lo más probable es que Rubén estuviera acostumbrado a hacerlo en el campo y limpiarse con una piedra, de ahí le llamara tanto la atención o quizá no sabía leer o …. salu2
ResponderEliminarGracias Amilcar por tu visita a mi texto y por el comentario que dejas. No estas muy lejos de la verdad . Rubén es un ranchero a la antigua. No ve con buenos ojos la necesidad del uso del papel sanitario cuando hay un periódico local que ademas de enterarte de los sucesos del día anterior, cumple con el mismo menester el día de hoy.
EliminarHola Osvaldo,
ResponderEliminar¡Qué bueno reencontrarte y volver a leerte! Según creo no tienes blog y no sabía cómo reencontrarte. Bueno aquí estamos. Tú con tus amables relatos. Agradables, cotidianos y con pizcas de picardía. Se te deslizó una z en las risas finales.
Hola Juana, Yo me enteré del taller a través de un correo de Leonado Ossa unos cuantos días antes. Mi participación algo apresurada pero yo dichoso de hacerlo.
EliminarHola, Osvaldo.
ResponderEliminarNo me había tocado leerte hasta ahora.
Me ha gustado tu historia, agradable y algo pícara. En cuanto a la corrección, además de lo que ya te ha escrito Juana Medina, se te han pasado algunas tildes: "me entere de sus males", enteré; "Lo deje en la camioneta", dejé; "se le emparejo su amigo Rubén", emparejó. Pero lo importante es la historia que cuentas, gracias por compartirla. El mío está en el número 10, por si te animas a leerlo ;)
Un saludo,
Hilda G.M.
Hola Osvaldo, ando por acá leyendo un poco y encuentro tu participación. Tu texto es agradable y recrea una historia ambientada en los corrales, una escena campechana que nos brinda la sensación de una vida apacible, sin grandes preocupaciones en donde la vida se goza a partir de pequeños detalles graciosos.
ResponderEliminarHasta pronto Osvaldo, me ha gustado mucho encontrarte y leerte. Saludos.
Hola Osvaldo:
ResponderEliminarUn relato divertido, del que se pueden sacar enseñanzas. Yo, en el lugar del protagonista hubiese apartado un rollo, sin duda sobrante, del papel higiénico y le hubiese indicado al susodicho pesado donde debía encaminar sus pasos...Ha sido una lectura entretenida, con una cantidad importante de datos geográficos y sociales que, inesperadamente, da un giro para resolverse en algo tan prosaico como la oferta de un supermercado y la timidez de un comprador.
En lo formal, creo que el topónimo La Encantada debería ir con mayúsculas.
Un saludo
Hola Osvaldo.
ResponderEliminarEncantada de volver a leerte. Si te digo la verdad, ayer no entendí el relato y hoy casi paso de puntillas. El mata-ofertas, un envidioso y Chente, un acomplejado. Si no comes, poco uso haces del papel higiénico. Se tendría que haber llevado los dieciseis paquetes, porque en su casa se come, o se da a entender que se come, opíparamente. Y,además, tiene un cuarto de baño muy bien equipado. Faltaría más, que por algo cría vacas Charolais, tan finas ellas, que hasta tiene ir a comprarlas a Coahuila. Yo voto por que Chente vuelva a por el lote de papel higiénico. A ver si con tanto turisteo se queda sin oferta.
Pues ya ves. Al final me he divertido un montón con tu relato.
Este mes no he escrito nada porque estoy muy oxidada.
Saludos,
M.L.Plaza
Hola Osvaldo, como estas?
ResponderEliminarMe saco una linda sonrisa tu texto, como siempre, muy fiel a tu estilo.
Un saludo y nos leemos!!
Hola Osvaldo,me alegra volver a leerte ,he de confesar que me ha costado leer tu relato un poquito, por las expresiones locales que usas ,pero se entienden, la ortografía y la gramática la dejo para otros mas especialistas en el tema aunque hay que cuidarla, el contar historias también es importante.Un saludo
ResponderEliminarHola, Osvaldo. Me encantó tu relato. Muy bueno el final y el empleo de la palabra asesino. Ja.
ResponderEliminarMe sacó una franca carcajada.
Saludos.
Hola Osvaldo.
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato. Los motivos para mí resultan evidentes. Trama sencilla, hechos y acciones cotidianas, personajes comunes. Y sin embargo, lo más importante, logras darle a tu relato una fuerza que sobrevive al día a día corriente que reflejas.
La anécdota elevada a su máximo exponente al convertirla en historia. Para tomar nota y aprender.
Reitero que me ha gustado.
Saludos, nos leemos.
Buenos días de sábado Osvaldo, ¿cómo estás?
ResponderEliminarUna anécdota muy bien contada, en la que no falta referencias de los lugares, costumbres, modo de vida. Pormenorizado todos los enseres, es fácil ver los artículos y repito, modo de vida.
Los diálogos naturales.
Y que mala milk,(hablando de vacas), el del amigo de la tienda, no me extraña que Inocencio Vicente soltara una carcajada al recordar al asesino de mata ofertas.
Pues que me ha gustado mucho compañero. AS miparecer un relato impecable.
Por si hay dudas, soy Isabel Caballero, nº 22
Hola Isabel, debo de agradecer las buenas vibras que le otorgas a un escrito que nació de la vida sencilla de un hombre dedicado al rancho.
EliminarA propósito me detengo en plasmar geografía y algo de historia en el relato para que el lector conozca algo de la ganadería del noreste de México.
Estuve fuera el fin de semana pero en el transcurso de estos primeros días me pongo al parejo con los compañeros Literautas.
Un gran abrazo de mi parte y saludos.
Hola amigo Osvaldo:
ResponderEliminarMe alegro poder encontrarme de nuevo contigo. Primero para agradecerte, como siempre, tus elogios inmerecidos, a mis escritos y hacia mi persona.
Tu historia, que me ha gustado mucho, plasmando una escena cotidiana, me hace conocer un poco más de tu querido país y sus costumbres, además de sacarme una agradable sonrisa y no empatizar para nada con Germán.
En cuanto a la “mala follá” del amigo de Chente, diría que no le haría ni puñetero caso. Porque vamos apañado si tuviéramos que “cuidar las apariencias” y estar pendientes de lo que piensen los demás de nuestra manera de vivir.
(*Malafollá*: Expresión muy empleada por los vecinos de Granada y su provincia para describir, en dos palabras la falta de gracia, simpatía y oportunidad de algunas personas. Alguien con "malafollá" es el que dice las frases más inapropiadas en el momento más inadecuado, o tiene muy poca gracia contando chistes).
Me hago cargo de tus prisas para poder transformar, como ya te han dicho, una anécdota en historia y no haber podido revisarla a conciencia. Por ello no echo en cuenta ver repetida en más de una ocasión la palabra "rancho”.
Con este nuevo formato a veces me cuesta identificar el nombre del autor con su seudónimo. Por eso para no confundirte te digo que soy Vespasiano.
Felicidades amigo. Seguiremos leyéndonos en futuros retos.
Hola Osvaldo! Gracias por tu amable comentario a mi relato. Yo también coincido con el compañero en que me ha costado un poquito entenderlo por algunas expresiones que no tenemos en España. Una vez releído me ha parecido una historia con un final muy divertido.
ResponderEliminarUn saludo!
Hola Osvaldo:
ResponderEliminarQué bueno verte de nuevo. El relato es auténtico en el sentido de relatar un viaje y en el estilo que te caracteriza. Me ha gustado. Me ha llamado la atención lo de la “asociación ganadera de Múzquiz, Coahuila”. Recuerdo que en cierto relato en Literautas, hace bastante tiempo, te referiste a este mismo municipio, así que parece que ocupa cierto interés en ti.
Creo que en el aspecto de la acentuación haría que dar un pequeño repaso, por lo demás me ha resultado un relato ameno y estiloso.
Un placer volver a leerte.
Saludos, Osvaldo
ResponderEliminarMuchas gracias por interés de unirte a nuestra nueva comunidad de creadores de historias.
Tu relato ha sido bastante entretenido, coloquial, sencillo, donde has usado el reto del mes correctamente: Aunque se pedía se relatara un viaje, Ignacio hizo su viaje al supermercado, para planificar otro viaje...
Entre las pegas, a las que ya te han marcado, te indico sobre los vocativos, ya que estos siempre irán precedidos por comas: Hola, Ignacio...
Cuando un relato es coloquial, como los muchos encontrados en este reto, usaremos los lugares conocidos. En este reto en particular, me ha llamado mucho la atención de ubicarse en un lugar X, que para bien o mal, el lector no conoce; pero a mi me parece un dato digno de investigarse, debido a que cada vez somos una comunidad internacional y que vale la pena conocer un poco de los lugares descritos por nuestros compañeros. Los modismos propios de nuestras regiones también son un ábanico de oportunidad de conocimiento. A veces me pierdo con alguna expresión, pero es comprensible por la enorme riqueza de nuestra lengua.
¡Nos leemos!