Amor de azúcar (R) - jose maria

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jose maria

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Amor de azúcar.

Era un día como otro cualquiera de la jornada laboral de la pastelería; esta empezaba de madrugada y se alargaba hasta la hora del almuerzo.

La fábrica como tal llevaba poco tiempo funcionando y todo gracias al éxito de su famoso pastel en forma de caracol que empezaron a comercial en la pequeña pastelería artesanal de sus padres en el pueblo, la verdad era que había aceptado la oferta de ir como maestro pastelero por Lucia, la secretaria del señor Nicolás, el dueño y gerente de la pastelería industrial.

Recordaba como al salir al mostrador, por los gritos de su padre, se la encontró de frente, lo primero que vio fue sus ojos celestes como una bolita de anís, su boca con unos labios que adivinaba sabrían a miel, en resumen era un bombón de pura artesanía, al que como pastelero supo que era el mejor, aunque él no le hubiera dado forma.

─Dígame padre, ¿qué es lo que pasa?─Tenía su ropa de faena blanca llena de harina y cremas, lo había pillado en plena faena.

─Hijo, este señor y su secretaria tan guapa quiere hablar, con el artesano de la pastelería.

─Querrán hablar con usted que es el dueño, supongo.

─¿Quién hace nuestros pasteles desde hace ya varios años?

─Permítame que me presente me llamo Nicolás Saavedra. Me conocerá por la pastelería industrial Saavedra. Creo que su padre no oye bien ¿Es cierto?─Ofreció la mano que tuvo que sostener un pequeño rato, pues David se había quedado hipnotizado por la bella mujer que tenía ante él.

─Oh disculpe, mi nombre es David y este es mi padre Antonio, en que puedo serviles. Le ofreció a la mujer la mano pero David miraba sus ojos.

─Mi secretaria personal Lucia.─ David hubiera preferido los dos besos de rigor pero lleno de harina como estaba, se limpió las manos nuevamente para dar el apretón de manos que recordaría durante toda su vida.

Así fue como conoció a su mujer. En aquel entonces Lucia pasaba por la secretaria de su padre, acababa de terminar su carrera en la universidad de empresariales, y quería ganarse la confianza de los trabajadores más cercanos a su padre; solo por su trabajo y no por ser hija del jefe.

Fueron varias las visitas a la pequeña pastelería, primero acompañada por su padre y más tarde sola, intentaba convencer a David para que trabajara como maestro pastelero, en la fábrica artesanal, pero aparte que la pastelería estaba siempre llena ,sabía que David no abandonaría a su padre. Lucia trazo un plan, que la llevo a enamorarse del hombre de su vida sin saberlo había caído en su propia trampa, aún que desde el principio había algo en el chico que la atraía ,ni por asomo pensaba en novio y mucho menos casarse a su edad.

Un día desapacible por el viento y la lluvia, apareció en la pastelería con unos pantalones vaqueros y un chaquetón vestida de forma informal, sola.

─Buenos días, señor Antonio.

─¡Lucia! Pase mujer ¿Qué la trae por aquí tan temprano?

─Quisiera hablar con usted si no le importa.

─Como me puede importar mujer, ¿hoy no trabaja?

─Precisamente de ello, quería hablarle, verá hace una semana que termine mi contrato de prácticas con el señor Nicolás. Lo más seguro es que me contraten de nuevo, pero necesito un trabajo, en tanto no firme el nuevo contrato, seria unas semanas, lo máximo un mes. No sé pero podría atender en el mostrador y ayudar con las cuentas y papeleo por lo menos tendría algo que hacer ,si no tendré que marcharme a mi casa con mis `padres y la verdad ,prefiero no moverme de aquí hasta que no esté segura de ese contrato ,es una oportunidad que no quisiera desaprovechar .

Así fue como a la semana de entrar por sorpresa en la pastelería, ya empezaron a salir juntos los días libres y David empezó a cortejarla y ella se dejaba, cuando se dio cuenta, estaba perdidamente enamorada del pastelero de su vida. Fue entonces cuando David le pidió en matrimonio, iría a pedir la mano a sus padres .Le fue sincera y contó su plan.

Ella volvió a su trabajo, pero David no abandono a su padre hasta el día de su muerte, lucia le daría ese bebe tan deseado .Antes de morir en el lecho de su cama, con ambos presentes, le entrego un libro de recetas a David.
─Dáselo a mi nieto─ y murió.

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